
El Respetable
El público visto a través del cine!
Del arrabal a la elite
Tal vez el más profundo de los escenarios de la lucha libre se localice en la zona de los gritos, ese elevadísimo juego diabólico que describe el evento, apuntala al ídolo, desfoga al espectador, reinventa la Guerra Florida. “¡Queremos sangre! ¡Rómpele su madre! ¡Friégatelo! ¡Chíngatelo! ¡La quebradora, cabrón! ¡No lo dejes! ¡No te quedes ahí paradote!...” Los gritos son ecos de sí mismos, y la precipitación auditiva se deconstruye en sonidos feroces, sonidos de aprobación, sonidos que animan la continuidad de las generaciones sobre el ring. Y a los gritos, al ruiderío que en las fotos se atenúa para darle su sitio a los gestos, los complementan las agonías brevísimas al final de cada caída, el rostro que se esfuerza por no desbaratarse y hacerse literalmente trizas.
Carlos Monsiváis, “De la lucha libre como Olimpo enmascarado”.